El pasado día 11 de febrero de este año 2017, se reunieron, en la iglesia de San Vicente de Paúl, de los Misioneros Paúles de la sevillana calle de Pagés del Corro, numerosos miembros de la Familia Vicenciana. El motivo fue obvio: celebrar el importante acontecimiento del 400 Aniversario del carisma vicenciano. También participaron varias personas de la Casa de Acogida Miguel Mañara, del Comedor Social Ntra. Sra. del Rosario, del Proyecto Hombre, niños del Piso-Hogar Virgen Milagrosa y otros fieles de aquel entorno que frecuentan el templo para la oración y la Eucaristía.
Se inició la Eucaristía con el canto “Ven a la fiesta” y la procesión de entrada con representantes de las diferentes Ramas de la Familia Vicenciana portando los símbolos que los identifican: Misioneros Paúles, Asociación Internacional de Caridades de San Vicente de Paúl (AIC), Hijas de la Caridad, Sociedad de San Vicente de Paúl, JMV, Asociación de la Medalla Milagrosa y Misevi.
Sor Pilar Rendón, Visitadora de la Provincia España-Sur, nos recuerdó el “primer sermón de la Misión”, acontecimiento histórico que nosotros queremos convertir en punto de partida para avivar nuestro servicio misionero. Presidió la Eucaristía el P. Eblerino Díez LLamazares, superior de la Comunidad, y concelebraron con él los otros cuatro Misioneros que forman la Comunidad.
En la homilía se nos invitó a reflexionar sobre la frase de Jesús “Fui forastero y me recibisteis”. Acoger al forastero debe ser para los vicencianos una actitud y misión permanente. Es necesario que les ofrezcamos hospitalidad y protección; no olvidar su derecho a la dignidad y respeto por su condición de seres humanos e hijos de Dios.
Las ofrendas fueron unas prendas muy significativas: el sombrero, la capa y las sandalias similares a las usadas por San Vicente. Un sombrero viejo, deteriorado por el sol, el viento y la lluvia. Seguramente siempre le acompañó al realizar su servicio. Y ¿a cuántos niños pobres, enfermos, abandonados arroparía San Vicente bajo su capa? Sus sandalias gastadas por sus continuas caminatas; tanto para buscar recursos allá donde los hubiera, como para llevar provisiones donde se carecía de todo.
Con la alegría del encuentro en familia y el compromiso de “acudir diligentes al escuchar el clamor de los pobres y abandonados”, nos despedimos cantando el himno de San Vicente.